EQUINOCCIO DE ARIES: 20 DE MARZO 2012 05:07 AM (GMT)
El año zodiacal comienza con el equinoccio de Aries.
Llega la primavera al hemisferio Norte, de esto deriva la Pascua del cristianismo, inspirada en una fiesta “pagana” que celebraba el “renacimiento” del Sol en aquel hemisferio. Son 3 meses, los de invierno, a lo largo de los cuales la energía vital está apuntando al hemisferio Sur, para renacer con el equinoccio de Aries y comenzar una nueva vuelta alrededor de la banda zodiacal. Así es como las Pascuas llegan junto con la primera Luna Llena del año, la Luna llena de Aries.
Los equinoccios (otoño y primavera)(Aries y Libra) son dos momentos del año en los cuales la duración del día y la noche son iguales, la tierra en su movimiento de traslación recibe los rayos del Sol en forma equitativa alrededor de todo el globo terráqueo. Tal es la relación Sol-Tierra, tal cual gira la tierra alrededor del Sol.
En Aries, el nacimiento, comenzamos una serie de luchas y batallas por la vida, que afirmarán nuestra identidad, batallas a las cuales renunciamos en Piscis.
Aries, fuego, es el primer signo de la banda zodiacal y Piscis, agua, es el último. Piscis es el origen de todas las cosas, asociado a la vida intrauterina. Aries es el nacimiento, de cabeza asomamos por el vientre materno.
En Piscis nos unimos a la totalidad de la vida, sintiéndonos una parte de ella, volviendo a las aguas originarias. En Aries nos diferenciamos del Todo y realizamos una nueva vuelta a la vida impulsados por la chispa que todo lo enciende, desarrollándonos como seres únicos, independientes e individuales.
Las luchas y las batallas son siempre con uno mismo, por eso, cada dos años y semanas, Marte, regente de Aries y el guerrero del zodíaco, hace un movimiento de retrogradación que nos permite reconectarnos y redireccionarnos haciendo las paces con nosotros mismos.
Este equinoccio que define el año zodiacal, está marcado por Marte retrógrado así como también por Mercurio retrógrado.
Este año el equinoccio presenta aspectos en sombra para iluminar, lo cual conseguiremos a través de un minucioso ejercicio sobre nuestra identidad, puliéndola hasta que aparezca el “hombre nuevo”.
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